Pero no son reales.
Y aunque no lo parezca, soy consciente de que vivo en otro tipo de mundo paralelo. Si antes era el mundo de las historias románticas, ahora es el mundo del día a día, de vivir anestesiada, ocupada, sin pensar. Sin sentir. Mi constante es evadirme, ya lo creo. ¿Será que no me puedo conformar con el mundo en el que vivo? Pero tampoco hago todo lo que podría hacer para cambiarlo. Y es más fácil tomar el camino corto, el que no tiene espinas y para el que no tienes que purgar todos los demonios interiores.
Que no se malinterprete, estoy contenta. Siento que he llenado espacios que antes tenía huecos, que he encontrado diferentes formas de ser feliz. Y el príncipe azul puede irse al carajo, si quiere. Porque yo ya no lo quiero aquí, no quiero a alguien que se crea- y sepa- lindo, inteligente, culto. Me da lo mismo. Y no pienso perseguir a nadie, si a alguien le intereso puede acercarse él solito. Que, a pesar de todo, no muerdo.
Hora de cambio de fondo.
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