Buscar

Querida Julieta

Querida Julieta:

No sé realmente como decir esto. Es más, ni siquiera sé como plantearte el problema que tengo, ya que no soy capaz ni siquiera de asirlo y entenderlo.
Él está ahí, todas las semanas, casi todos los días. Se me aparece en los rincones, me sonríe, conversamos, nos reímos. Y yo ya pasé a la etapa en que espero por verlo y en que en la mañana pienso en qué ponerme según las posibilidades de encontrármelo.
Y, sinceramente, no tiene idea que existo. Más allá de mi presencia física, no tiene la más remota idea.
Y yo no sé que es esto. Si es mi vía de escape en un semestre horrible, si es imaginación, si ando detrás de todo hombre que se me cruce en el camino. ¿Cómo supiste alguna vez que Romeo era quién debía ser? Porque las mariposas, el corazón que salta y todas esas taradeces no funcionan, te lo aseguro. O más bien, puede ser que haya algo medio averiado en mí.
Ay, Julieta, ¿por qué existe esa parte de la mente que se especializa en imaginar cosas que no son? ¿Y por qué será uno tan idiota de creérselo cuando la parte racional te dice a gritos que no es verdad? Nos gusta sufrir. Y no hay problemas con sufrir, sinceramente, pero esta incertidumbre de estar en la nada y de no entender nada, me desespera.
Además Julieta, tu tienes parte de la culpa. ¿Cómo se te ocurre vivir una historia que sería el epítome del romanticismo? ¿Que hace que toda mujer busque un Romeo, o un amor tan poderoso y trágico como el suyo? Es parte por tu culpa que las mujeres estamos tan mal como lo estamos.

Julieta, escribirte es una tontera de enormes proporciones. Pero el si quiera imaginar el poder escribirle una carta a alguien como hace que valga la pena. Porque necesitamos consejos, y quién mejor para darlos.

Sofía

Lejos

Creo que cambié. No sé si maduré, si mi vida dio un vuelco, si ya no espero nada de nadie. Se que me he distanciado. Vivo en mi mundo que ya no es rosa y donde los príncipes azules ya no sonríen ni tienen el pelo castaño rizado. La verdad, es que estoy existiendo entre letras. Letras en la universidad, letras de los libros, letras de la revista que he llegado a querer y que es mi niña. Y es lindo vivir entre letras, porque te hacen volar, creer, soñar y reír.

Pero no son reales.

Y aunque no lo parezca, soy consciente de que vivo en otro tipo de mundo paralelo. Si antes era el mundo de las historias románticas, ahora es el mundo del día a día, de vivir anestesiada, ocupada, sin pensar. Sin sentir. Mi constante es evadirme, ya lo creo. ¿Será que no me puedo conformar con el mundo en el que vivo? Pero tampoco hago todo lo que podría hacer para cambiarlo. Y es más fácil tomar el camino corto, el que no tiene espinas y para el que no tienes que purgar todos los demonios interiores.
Que no se malinterprete, estoy contenta. Siento que he llenado espacios que antes tenía huecos, que he encontrado diferentes formas de ser feliz. Y el príncipe azul puede irse al carajo, si quiere. Porque yo ya no lo quiero aquí, no quiero a alguien que se crea- y sepa- lindo, inteligente, culto. Me da lo mismo. Y no pienso perseguir a nadie, si a alguien le intereso puede acercarse él solito. Que, a pesar de todo, no muerdo.

Hora de cambio de fondo.

Extraño en la disco

Hace tanto que no escribo aquí que casi parece como si lo tuviese botado...pero cada vez que quiero expresar algo y no se a quién ni cómo, termino volviendo a Caleidoscopio.
Esta vez lo que me trae aquí son temas del corazón...cosas que me han rondado por tanto tiempo que ya son parte integral de mí. Dudas, anhelos, deseos y temores. Todos ellos están siempre presentes en mi vida, a veces van, otras desaparecen, pero siempre están ahí, debajo de todas esas capas de auto seguridad y de confianza en mi misma que trato de construir.
Para el día de mi cumpleaños besé a un tipo en una disco...por varias razones fue especial y bonito (que él fuera muy atractivo no tiene nada que ver, cómo se les ocurre! JA). Me dio su numero y me dijo que lo llamara, que no andaba con su celular en el momento pero que lo pinchara para volver a contactarnos. Y quedó ahí, en un beso de despedida mientras de fondo sonaba New York de Frank Sinatra.
Ha pasado casi una semana y yo sigo enredada en una espiral de deseos y temores. Quiero llamarlo, quiero verlo y juntarme con él, pero a la vez sé que puede haber sido algo de el momento para él y no quiero que la decepción me caiga como un balde de agua fría en la cabeza.
No suelo hacer cosas así, así que creo que la razón a todo este gran quebradero de cabeza es que quiero que sea algo más de lo que fue. Probablemente no se acuerde de mi nombre, ni de quién soy. Probablemente fue a la disco el fin de semana y encontró a otras niñas con quien disfrutar su noche.
Pero la esperanza de poder comenzar algo no me abandona y me persigue en las noches. Está ahí, me hace ver su número y escribir mensajes que no mandaré. Patético, si sé. El caso es que no sé cómo sacarlo de mi cabeza y no me estoy refiriendo a un amor nacido de un flechazo, si no que no puedo olvidar todo lo que él podría representar. Mi mente vuela hacia él en las noches y me hace pensar en ocupar ese maldito número, cosa que al final no hago por temor. A que no tenga idea quién soy, a que no le interese, a que no se acuerde.
Tengo que soltarlo, dejarlo ir. Pero anhelo tan profundamente todas esas posibilidades que entreví en algún momento que no puedo y no quiero.

Conclusión: estoy cagada, sigo siendo una romántica sin causa y un año de psicólogo no fue suficiente para que dejara de armar castillos en el aire.