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Extraño en la disco

Hace tanto que no escribo aquí que casi parece como si lo tuviese botado...pero cada vez que quiero expresar algo y no se a quién ni cómo, termino volviendo a Caleidoscopio.
Esta vez lo que me trae aquí son temas del corazón...cosas que me han rondado por tanto tiempo que ya son parte integral de mí. Dudas, anhelos, deseos y temores. Todos ellos están siempre presentes en mi vida, a veces van, otras desaparecen, pero siempre están ahí, debajo de todas esas capas de auto seguridad y de confianza en mi misma que trato de construir.
Para el día de mi cumpleaños besé a un tipo en una disco...por varias razones fue especial y bonito (que él fuera muy atractivo no tiene nada que ver, cómo se les ocurre! JA). Me dio su numero y me dijo que lo llamara, que no andaba con su celular en el momento pero que lo pinchara para volver a contactarnos. Y quedó ahí, en un beso de despedida mientras de fondo sonaba New York de Frank Sinatra.
Ha pasado casi una semana y yo sigo enredada en una espiral de deseos y temores. Quiero llamarlo, quiero verlo y juntarme con él, pero a la vez sé que puede haber sido algo de el momento para él y no quiero que la decepción me caiga como un balde de agua fría en la cabeza.
No suelo hacer cosas así, así que creo que la razón a todo este gran quebradero de cabeza es que quiero que sea algo más de lo que fue. Probablemente no se acuerde de mi nombre, ni de quién soy. Probablemente fue a la disco el fin de semana y encontró a otras niñas con quien disfrutar su noche.
Pero la esperanza de poder comenzar algo no me abandona y me persigue en las noches. Está ahí, me hace ver su número y escribir mensajes que no mandaré. Patético, si sé. El caso es que no sé cómo sacarlo de mi cabeza y no me estoy refiriendo a un amor nacido de un flechazo, si no que no puedo olvidar todo lo que él podría representar. Mi mente vuela hacia él en las noches y me hace pensar en ocupar ese maldito número, cosa que al final no hago por temor. A que no tenga idea quién soy, a que no le interese, a que no se acuerde.
Tengo que soltarlo, dejarlo ir. Pero anhelo tan profundamente todas esas posibilidades que entreví en algún momento que no puedo y no quiero.

Conclusión: estoy cagada, sigo siendo una romántica sin causa y un año de psicólogo no fue suficiente para que dejara de armar castillos en el aire.