Tengo un amante. Es tierno y dulce, aunque a veces apasionado y un poco brusco cuando algo lo irrita. No es vergonzoso y me hace cariño en la calle, me desordena el pelo y pasa su mano por mi mejilla, lo que me hace sentir única.
Cada vez que me mira siento algo extraño y cálido en mi interior, me siento en paz. Noto como mis músculos se relajan y sonrío sin proponérmelo.
Le gusta darme flores y enredármelas en el pelo, también jugar con las hojas en otoño y cubrirme con ellas, como si tuviese un manto de tonos rojizos y dorados.
Cuando caminamos por la calle me siento querida y sé que nunca me va a dejar sola.
Su nombre es viento.